sábado, 19 de mayo de 2012

Razón y emoción. El test del apostador

“Cuando puedas poner palabras a lo que sientes te apropiarás de ello”
H. Roth


Nuestro cerebro recibe información desde diferentes niveles.
Los estudios aseguran que  nuestro cuerpo manifiesta cambios ante modificaciones emocionales mucho antes de hacernos  materialmente conscientes de ello. Este es el caso de la piel, por ejemplo, que modifica su conductancia eléctrica según lo hace el  nivel de activación emocional.

Así lo demostró Antonio Damasio mediante un ingenioso  experimento  al que llamó “test del apostador”:

Un jugador era estimulado a apostar con diferentes tipos de barajas. Mientras que  se recogían modificaciones en la conductancia de su piel a través de un electrodo unido a su mano.
Unas barajas tenían  grandes premios y otras no.

Los resultados fueron los siguientes:
           El sujeto de estudio tenía  que robar unas ochenta cartas hasta comprender cual era la baraja más ventajosa y por qué. Sin embargo con sólo robar unas diez cartas la conductancia de la piel del sujeto ya rebelaba cambios ante la baraja que después demostró ser la más “ventajosa” para sus apuestas.

Podríamos decir que el sudor de  la mano del jugador sabía cual era la baraja ganadora mucho antes que la propia mente de este.
Podríamos decir que “la piel  se adelantó al cerebro”.



El cuerpo recibe información del  cerebro emocional y produce cambios de manera paralela  a cómo lo hacía la conductancia en el “test del apostador”.

Como afirma H. Roth,  poner en palabras  las emociones le hace a uno dueño de ellas y, por extensión, le hace dueño de los efectos de estas sobre  su salud.

Tomar conciencia de las emociones es  la esencia de la Inteligencia Emocional.
Cuidar la salud de las personas es la esencia de nuestra profesión.
La aplicación y el conocimiento de la Inteligencia Emocional por el médico de familia resultan sencillamente: Imprescindibles
           
Tenemos mucho que aportar ¿Verdad?

 

domingo, 6 de mayo de 2012

Estudios con alma.

Hoy en día está tomando fuerza el concepto de: Medicina Centrada en el Paciente como manera de buscar  la individualidad de este a la hora de aplicar un recurso diagnóstico o terapéutico.
Durante los primeros meses de andadura nuestro grupo se llamó MBE (Movimiento Basado en emociones). Nuestro  objetivo con este nombre era hacer un  guiño al concepto de la  Medicina Basada en la Evidencia. Se trataba de un guiño hecho con cariño. Simplemente dispuesto para llamar su atención.

Es indiscutible el valor de la Medicina Basada en la Evidencia, al fin y al cabo trata sobre  la práctica de la medicina en que cada decisión corresponde a un uso racional, juicioso y actualizado de los mejores datos objetivos aplicados al tratamiento del paciente.

Sin embargo a veces me pregunto qué pasaría si los estudios recogieran aspectos como: ¿Cuáles son las creencias del paciente en torno a su padecimiento?¿Cuál es su actitud frente a la enfermedad? ¿Están influidos los resultados por las formas que utiliza el profesional para comunicarse con él?...

Me pregunto si los resultados serían los mismos.
Puede que surgieran nuevos datos que bien cruzados aclarasen muchos matices.
Puede que explicasen porqué algunos fármacos con un nivel óptimo de recomendación no son capaces de vencer el dolor de una persona mientras que otros considerados UTB ( Utilidad Terapéutica Baja) son perfectamente válidos  a la hora de aliviar al paciente ¿Acaso no es esto para lo que están?

No quiero defender a los UTB.
Lo que pretendo es reflexionar sobre todos los aspectos  que rodean  al efecto beneficioso de estos fármacos. A mi juicio estos aspectos tienen unidos importantes componentes emocionales. Por ejemplo: Creencias favorables  generadas en torno a sus efectos no nocivos, la confianza con el que un día fueron utilizadas por otro familiar y puede que también la actitud comunicadora empática de quien un día lo prescribió ya fuera un médico,  un farmacéutico o una vecina.

 Es muy posible que en el futuro las Guías Clínicas incluyan algún tipo de consideración emocional a la hora de establecer recomendaciones. Puede que entonces estas consideraciones sean vistas como un recurso más a nuestro alcance. Es posible aprender de todo, especialmente de lo que un día, subidos sobre no se qué pulpito, nos hemos permitido menospreciar.